viernes, 20 de abril de 2018

Lobos y ovejas y viceversa





Fue una noche de lo más ajetreada. Bueno, como todas. Pero esta me ratificó en mi esperanza con el hombre.
Bueno, más que en el hombre, en el lobo. Yo me entiendo.
Habíamos atendido tres casos de gripe, una agresión normal, dos de género, una de vecino, dos caídas y dos decepciones, cuando en urgencias apareció el lobo con la oveja.
Mientras todos estábamos con la boca abierta, Luis dijo,
-Menos mal que no es un cordero.
Pero se notaba que él también estaba boquiabierto.
-A ver, ¿Qué le pasa?- dijo Matilde.
-Pero, ¿Qué dices?- se sorprendió Isabel- ¡Que es un lobo!
-¿Y qué quieres que le diga?- se defendió aquella.
Lo sorprendente es que el lobo soltó,
-Tiene fiebre y le dan convulsiones. Y no está preñada.
Y ahí estaba Matilde, tomando nota.
-Pero Mati, ¿Tú, esto lo encuentras normal?- insistió Isabel.
-¿A ti que te parece?- respondió Matilde
-Como estás tomando nota- se extrañó Isabel.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me sorprenda de ver a un lobo en urgencias? ¿Qué me sorprenda de que llegue acompañado de una oveja? ¿Qué me sorprenda de que hable? ¿Qué me sorprenda de que sea educado? ¿O que me sorprenda de que sepa lo que es estar preñada?
Se notaba que Matilde era delegada sindical.
-¿O que se sorprenda de que en vez de estar comiéndosela esté aquí para que le echemos un vistazo?- tercié yo, que era el médico esa noche.
Así que siguió con el registro.
Luis dijo,
-¿Y si todos dejamos de comportarnos como paletos? Seguro que no es la primera vez que pasa esto.
-¿Seguro?- dijo Isabel.
-Pues casi seguro- apunto Luis que nunca daba así como así su brazo a torcer.
-Nombre- pidió Matilde.
-Lobo- dijo el lobo.
-Lobo, ¿Qué?, tendrá un apellido- exigió Matilde.
-Lobo Lobo- dijo el lobo.
-Y de segundo apellido Lobo, seguro- terció Isabel con sorna.
-No sé si se dan cuenta de la situación en que estamos. Esto es urgencias, señores. Se atienden casos graves- dijo el lobo educadamente.
-Esta sí que es buena- explotó Matilde- O sea no sólo aparece por urgencias con una oveja, siendo usted un lobo, si no que pretende dar lecciones. ¡Por Dios!
Y dio un golpe en la mesa.
-Tranquilízate, Mati, que como enseñe las fauces… - intente poner calma en el asunto.
Pero Matilde ya estaba lanzada,
-Usted se cree que puede aparecer por aquí y así, y que todo siga normal. Por lo menos admita que hemos sabido encajar la situación. ¿Ella puede hablar?- preguntó, indicando a la oveja.
-¿Cómo va a hablar si es una oveja?- dijo el lobo.
-Lo que me faltaba- casi gritó Matilde y se levantó como solía hacerlo en la mesa de negociaciones, para volver a sentarse a continuación.
-Esto puede ser que tenga algo que ver con el género, maltrato, abuso o algo- insinúo Luis.
-Será especie, en todo caso- aclaró Isabel.
-Se dan cuenta de que están hablando de nosotros como si no estuviéramos- apuntó el lobo.
-¡Qué poco respeto! ¿Verdad?- dijo Matilde.
-Ya estoy mejor- dijo en ese momento la oveja- Vámonos.
Por primera vez el lobo se mostró confuso. Como si nunca hubiera oído la voz de la oveja.
Mientras Matilde se puso a escribir,
-A tantos de tanto a las tantas de la noche, acude a urgencias Lobo Lobo Lobo acompañando a Oveja Oveja Oveja que presenta un cuadro de fiebre y convulsiones. No parece grave. Mientras se toma nota del ingreso, Oveja Oveja Oveja muestra indicios de recuperación y deciden volver a su casa.
Y me pasa el informe para que lo firme.
-Tú no estás bien de la cabeza- le recrimino.
-Lo sé, ya me he dado cuenta- admite.
Le pone el sello al papel, hace una copia y se la entrega al lobo.
-¡Ale!- anima Matilde.
-¿Y ya está?- pregunta el lobo- ¿No nos hacen alguna receta?
-Pero si ya está bien- dice Isabel.
El lobo se vuelve hacia la oveja,
-¿Estás segura? Mira que tú con tal de no entrar en un hospital…
En ese momento la oveja se pone a dos patas y hace unas cabriolas.
-¿Ves? Estoy estupendamente.
-Como una cabra- dice por lo bajo Luis.
A nuestra espalda ha parecido la Inspectora. Como suele ser habitual.
-¡Hola! ¿Qué pasa aquí?
La sorpresa es tremenda. Nunca a horas tan intempestivas la Inspectora se había presentado allí.
-¿No estarás controlándonos, verdad?- salta Matilde- Ya sabes que en el último convenio…
Pero la Inspectora no les quita ojo al lobo y a la oveja.
-¿Y estos?
-Ya se iban- digo yo.
Está bastante impresionada. No sabe qué hacer. Se inclina sobre el mostrador.
-¿Qué busca? ¿Lobitos? ¿Corderitos? ¿Lobitocorderitos?- se burla Isabel.
No se le ocurre otra cosa que decir que,
-¿Y el peligro de contagio?
Me mira como responsable del equipo.
-De usted no me sorprende ya nada. Mire, que lo encuentro hasta normal.
Todo el mundo en el hospital sabe lo nuestro. La denuncie por acoso sexual y desde entonces…
-¿Van a ingresar? – pregunta.
-No, ya se ha recuperado- le digo- La oveja que tenía fiebre y convulsiones. Algún episodio…
-¿Episodio? ¿Se cree que esto es una serie?- se sulfura.
-No, pero casi- dice Luis.
-En fin- dice el lobo- Nosotros nos vamos. Me alegro de que todo haya sido una falsa alarma, porque si llega a tener algo malo, la pobre la palma aquí mismo. Vamos- le dice a la oveja.
Los vemos alejarse. Ella trota mansamente detrás de él. Se introducen en un
cuatro por cuatro. Vemos en silencio como se alejan.
-Si no lo veo no lo creo- dice Matilde.
-Como se les notaba- añade Isabel.
-Pero, ¿Estáis seguros?- pregunta Luis.
-¡Hombre y tan seguros! Lo estoy yo que sólo los he visto unos segundos- dice la Inspectora.
-Me gustaría seguirlos, ver a donde van, cómo es su vida diaria. Si tienen vecinos, si tienen hijos- digo yo que algunas veces de sentimental, parezco tonto.
-Y tenían pinta de ser jóvenes- dice Isabel.
-Pues jóvenes y todo, ya se les nota. Hay cosas que nunca cambiaran- aseguró Matilde.
-Eso, con una buena educación, se arreglaría- dice la Inspectora.
Aquí salto yo que tuve que sufrir su furor uterino durante meses.
-Pues usted, educación recibió y le sirvió de bien poco.
Solloza.
-No vuelvo más por aquí a estas horas. Hace una el esfuerzo y se le paga de esta forma.
-Eso, no vuelva- dice Luis, cuando ya se ha ido.
-¿A dónde irá a estas horas?
-A donde quiera, sitios tiene. Sin embargo, ellos, ¿A dónde van tan jóvenes, tan desvalidos y sin embargo, tan atrapados, lobo él, oveja ella?- dice pensativa Isabel.
Isabel, que si hubiera sido por ella, los hubiera ingresado y los hubiera mantenido ingresados hasta convertirlos en un hombre y una mujer, jóvenes los dos, con toda la vida por delante.
Ya sé que este pensamiento no vale para nada pero cuando lo tengo me reconcilia con la vida.
Qué noche.
Y es que se veía claramente que eran un lobo y una oveja.
Y ellos sin saberlo.
A saber a qué estarían jugando.

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