domingo, 7 de enero de 2018

Mantener la calma siempre



Estaban como cada tarde tomando unas cervezas en el local acostumbrado, viendo cómo iban llegando los amigos. A penas podían cruzar palabra, sólo gestos simpáticos del rostro, de bienvenida de los brazos, algunos sólo manos.
La música altísima era una necesidad. Nadie quería ponerse a debatir o a contar cosas. Eran momentos para tomar alcohol. Embrutecerse y pasar revista.
Pero sí pudo sentir el aliento caliente de su novia en la oreja y alcanzó a escuchar la palabra moto.
Hizo el gesto de no haber entendido.
Ahora sintió el contacto de sus labios que casi le besaban la oreja y entendió la frase,
-Estoy como una moto, no sé si me he meado o estoy lubricando a tope. La siento hinchadísima.
Se echo a reír y cogió distancia para mirarla. Estaba seria, la boca entreabierta y los ojos enfebrecidos. Su cara se aproximó y escuchó de nuevo su voz,
-Ahora mismo te comería….
Un empujón la alejó de él.
Se acercó él, le lamió el lóbulo izquierdo y le dijo,
-¿Qué hacemos aquí, pues?
Camino del coche se imaginaba un polvo histórico. Sabía de qué hablaba. Una energía urgente se iba apoderando de él.
Parado frente a un semáforo aprovechó para confirmar si seguía en disposición a la vez que notaba como su mano hurgaba en su bragueta, como le abría la cremallera y le apretaba la polla y los huevos.
Un coche paró al lado.
El conductor los estaba mirando fijamente.
Apretó el volante y le apreció que el semáforo no cambiaba nunca. Perdió los nervios.
-Baja el cristal- le dijo a ella.
-¿Cómo?- preguntó sorprendida.
-¡Qué bajes el cristal, coño!- le gritó.
El otro conductor, joven y serio, seguía mirándolos.
-Tú, mierdoso, ¡Qué coño estás mirando! ¡Metete en tus cosas gilipollas!
Ella se asustó y sólo acertó a decir,
-Pero…
El conductor que observaba, cambio de rostro y esbozó una sonrisa maliciosa.
-¡Como salga te voy a hostiar, hijoputa!- estalló.
Ella ya no decía nada.
-¡Sal si tienes huevos! ¡Maricón!
Y salió. Salió y se movió.
-Ya está en verde- le dijo ella a nadie, pues él también había salido, se había movido.
Sentada y perpleja asistió al encuentro de los dos hombres en primera fila.
Qué pequeño se le veía al lado de aquel grandullón.
Despertó dolorido y apenas podía abrir un ojo. Se tocó varias partes del cuerpo.
-Mi novia, ¿Dónde está mi novia?- alcanzó a decir.
No podía dejarla en aquel estado, podía pasar cualquier cosa. La vida está llena de individuos como aquel…
Intentó recordar pero sólo alcanzaba a ver luces rojas y verdes y una excitación demoledora.
Cómo habría quedado el otro.
-Mi novia, mi novia.
Alguien lo toco.
-Ahora viene, tranquilo. Llegó muy excitada con usted en la ambulancia y el médico tras hacerle la cura a usted, está reunido con ella, explicándole cómo se encuentra y la gravedad de las heridas.
-Sí, sí, pero su estado…
-Tranquilo, a ella no le hizo nada. Se ve que con usted tuvo bastante. Además el médico la debe estar tranquilizando. Llevan bastantes minutos en esa habitación.
Miro la puerta cerrada.
-Que no la tranquilice…
Y no pudo decir más pues se desmayó.

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