martes, 11 de diciembre de 2018

Intrascendencia



Viajó a la primera capital de provincias que se le ocurrió. Estando en Madrid, eso abría muchas posibilidades. Y quería algo más íntimo, más provinciano. Cómo le gustaba es apalabra. Se había quedado con todo el sabor del pasado.
Al llegar, sin maleta, sin ropa, sin el estuche de aseo, sólo pensó en buscar un hostal por el centro. Con presentar el DNI estaba todo. Lo de no llevar equipaje no despertaba sospecha.
Al quedarse solo en la habitación todavía no sabía que haría. Visitar algún museo, ir a la biblioteca o dar una vuelta por la calle de las putas.
Pero un recipiente, que parecía para flores pero no era un florero, que tenía fotos de negritos sonrientes y agradecidos, le dio una idea.
Antes de salir a pedir decidió poner la televisión para ver si la idea se precisaba o si tenía que poner algo de su parte.
Y sí que se precisó.
Hablaban de corrupción y de atentados. Y de pedofilia.
Decidió que lo de los atentados era más proclive. No se corrompe a todos y la mayoría de adultos ya no están en edad de ser víctimas de un pedófilo.
Así que salió como pudo, con el recipiente en la mano y se fue a pedir a una plaza de aquella ciudad que decían que era muy famosa.
Bueno, a pedir no.
No iba a ir de mendigo, no. Iba air de activista. Se colocó en una de las esquinas, admirando los porches y a la vez demostrando humildad, esa actitud tan bien recibida, sobre todo cuando se confunde con la sumisión. Ponerse en el centro hubiese sido muy arrogante.
Estiró el brazo y empezó con la cantinela,
-Una donación por las víctimas de los últimos atentados. Una donación, sea usted solidario.
Había apostado consigo un millón de euros a que nadie le preguntaría de que atentados hablaba y mucho menos de qué organización se trataba.
Los que no le iban a dar nada, ni le mirarían, y los que le iban a dar, ya estaban convencidos. Entre medias no había nada. Ni nadie.
Alguien le dio un billete de cinco euros, aunque lo que más se oía era el tintineo de las monedas de un euro. Un euro. Ciento sesenta y seis pesetas con trescientos ochenta y seis milésimas de peseta. Antes del euro nadie le hubiera dado ciento sesenta y seis pesetas con trescientos ochenta y seis milésimas de peseta. Hubiera sido imposible, incluso materialmente.
Para que lo tengan en cuenta los que dicen que con el euro no hemos adelantado nada.
Había calculado cuatro horas pero en dos ya tenía la suma que precisaba. Cien euros. Para comprarse algo de ropa, un cepillo dentífrico y pagar una noche de hostal. ¡Ah!, y comer.
Después de ducharse y charlar un rato con el conserje, se enteró de donde se comía barato, salió a la calle convencido de la buena decisión que había tomado.
En el restaurante pegó la hebra con una pareja de jubilados. Les dijo que era escritor y que estaba escribiendo sobre una historia harto original. Les contó lo que había hecho desde que salió de casa, añadiendo que el protagonista era catedrático de psiquiatría y que se tomaba la vida como un taller en el que hacer pruebas.
Pero no les dijo todo, llegó justo a cuando el protagonista entra en un restaurante que le había aconsejado el conserje del hostal en el que se hospedaba y después pegaba la hebra con una pareja de jubilados. O quizás podía haber continuado. A veces vivimos y no sabemos qué.
Les encantó y se rieron mucho con la reflexión del euro y con el atrevimiento del psiquiatra.
-¡Qué locos están algunos psiquiatras!- dijo él que había sido carpintero toda su vida y que ahora jubilado se dedicaba a la marquetería.
Le invitaron a la comida, por lo que su mujer se permitió decir,
-¡Y anda que los escritores, sí que estáis locos!
Casi sin conocerse, sin haber follado y sin ninguna otra base para decir tal cosa.
Me despedí y les pregunté qué iban a hacer,
-Haremos el equipaje y nos vamos. ¿Y usted?
-Yo voy a pedir otro rato.
Se rieron.
Esta vez me puse en la calle más comercial. La ciudad es pequeña y algunas personas me reconocieron de la mañana. Dos días más pidiendo y sería “ese de la ONG que está recogiendo dinero para las víctimas de los últimos atentados”
En una hora tenía sobre unos doscientos euros.
Todos limpios.
Pensé en el día siguiente y ya me veía plenamente aceptado, quizás invitado a alguna reunión de organizaciones no gubernamentales y cosas así.
Por lo que volví al hostal, cancelé mi habitación, pagué y le dije al conserje que dejaba mi cepillo y el dentífrico sin usar en la habitación. Por si quería aprovecharlo.
Fui a la estación y cogí un autobús de vuelta a Madrid.
Con las pilas cargadas.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Aforismos XLIII




¡Qué sabios son los marineros, que nunca quieren atracar en los faros! Y en tierra, qué torpes, queriendo atracar en la libertad, el amor, la justicia… así están las playas, llenas de náufragos.

*******

Lo que más sorprende de este nuestro tiempo es que se cuenten cuentos a todas horas. Incluso cuando no hay niños.

 *******

Entre uno y dos, hay una diferencia de otro.

*****

Peor que caer para abajo es caer para arriba. Aunque lo peor de lo peor, y más común, es subir para abajo.

*******

Tememos el silencio pensando que puede haber cualquier cosa, obviando que en el ruido ya están todas esas cosas.

*******

Aunque parezca mentira, la masa, el pueblo, mandan. Los líderes sólo recogen la cosecha. Pueden acelerar o frenar. Matizar. Pero la esencia no está en ellos.

*******

Dirigir. Digerir. Derigerir. Eso es lo que hacemos en la vida.

*******

El demonio es necesario. Dios es una opción.

*********

Los perversos objetivos de la ceremonia y la etiqueta.

*******

Los sordos a veces saborean ruidos

********

Lo que más me preocupa de mi muerte es que a causa de ella todo deja de existir. No sé cómo disculparme por ello.

*********

A la realidad, la verdad le importa un pito.

sábado, 20 de octubre de 2018

Escribimes y escribiretes IV



Escribimes y escribiretes IV


A la hora de matar es como a la hora de escuchar. De saborear, de pensar, de saber. Uno se puede imaginar que puede haber un animal imposible de matar, por grande, y por el otro extremo un animal imposible de matar, por pequeño. Matamos dentro de una franja. Existimos en una franja de la existencia. Es pura física.

*********

Piense en una distopía verdaderamente escalofriante.
-La Humanidad se ha vuelto tan ignorante que las obras de arte, de todo tipo, se han convertido en mierda que nadie considera. Los museos son lugares de esparcimiento donde las madres llevan a sus niños a retozar. Algunos lanzan balonazos a cuadros de Bacon o de Velázquez. Ni tan siquiera hay un grupo resistente en la clandestinidad que luche contra ese estado de cosas. La Piedad de Miguel Ángel está en una plaza pública. Las palomas la cagan y alguna graciosa le ha pintado los ojos de color rosa eléctrico…
-¿Eso le parece más escalofriante que una sociedad donde no haya que comer, donde el oxígeno esté podrido…
-¡Claro! ¡Cómo va a comparar morir que vivir de esa manera!

********

Si el objetivo fuera perder, el que perdiera ganaría. Y entonces perder sería algo que no todo el mundo podría hacer. Te gritarían para insultarte,
-¡Siempre serás un puto ganador!
Los deportistas dirían,
-Yo siempre quiero perder.
Y los hipócritas,
-Lo importante no es perder, lo importante es participar.
Y hablando de hipócritas, los políticos dirían,
-Perder, perder y volver a perder, eso es lo que quiero hacer con mi partido.
Los ganadores no podrían hacer nada. Resignarse. Desgraciados e infelices, arrastrando su frustración. Esperando a que la humanidad se cansara de este despropósito y a alguien se le ocurriera decir,
-¿Y si el objetivo fuera ganar?
Vuelta a empezar.
Lástima que los seres humanos no sean reversibles. Por dentro, delicados y frágiles, unas gotas de desconsideración y estamos empapados.
Continuemos, pues, intentando ganar.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Voluntad


-Una vez conocí a un hombre que se llamaba José- dijo ella.
José la miró sin entender.
-Era un hombre- continuó- tan amable, cariñoso y complaciente. Estaba tanto por mí.
José hizo un esfuerzo pero apenas se acordaba de José.
Sin embargo dijo sin acritud,
-Cuando conocí a Lucía, no costaba nada compartir algo con ella. Era alegre y dicharachera. Nunca hubiera dicho que desaparecería de la forma que lo hizo.
Lucía se acordaba de Lucia pero no de lo que había pasado.
El hombre extendió el brazo y dijo,
-Me llamo Manuel y creo que nosotros dos podemos intentar algo.
Lucía extendió su delicada mano y recordó que a José le gustaba el nombre de Susana.
-Yo soy Susana y como me recuerdas a alguien, pienso que sí, que podemos intentar algo.
Se dieron dos besos castos. Cada uno poso sus labios en la frente del otro y después sus labios se juntaron. Manuel y Susana ya sabían lo que hacían.
Después sus hijos salieron de la infancia y desembocaron en la adolescencia. La adolescencia es un estuario que da miedo, porque delante está la inmensa adultez. Que se junta con otras adulteces y ocupan las cuatro quintas partes de nuestra vida. El resto es la tierra que pisamos un día y que volveremos a ver en el momento de la evaporación.
Cuando los hijos se perdieron en el ancho mar, fue Manuel quien dijo,
-Qué tiempos los pasados. Los echo de menos. Se lo quería decir a Susana pero la he perdido de vista. Hay tantas cañas en esta desembocadura. Y yo soy tan impaciente. Debo reconocerlo.
-¡Susana! ¡Qué buena mujer! ¡Cuánto trabajó!- dijo ella y no dijo más.
Así que Manuel salió a dar una vuelta. Con José no se iba a poder encontrar, pero tenía que salir. A airearse.
-Igual me encuentro a Susana- dijo con toda intención.
-Sí, a Susana vas a encontrar ahí fuera- pensó para sí ella.
Él, como no la escuchó, se fue.
Y no volvió.
Alguien llamo a la puerta y cuando ella abrió. El hombre que aguardaba pregunto,
-¿Está Susana?
-Francamente, no- dijo ella y se encontró una mano abierta en claro gesto de simpatía.
-Me llamo Adolfo- dijo él
-Adolfo rima con golfo- dijo ella y al tomar aquello como una confesión, se echó a reir.
Él se acordó en ese momentos de Lucía pero no lo dijo.
Ella adelantó su mano que ya no era delicada, sino pequeña, sólo pequeña.
-¿Qué tal?,  Elena- se presentó- ¿Qué desea?
-Quedarme.
-¿Cuánto tiempo?- preguntó Elena.
-Visto lo visto, lo que dure*- dijo Adolfo.
Ella se echó a un lado y lo dejó pasar. Al verlo entrar tan decidido, le dijo,
-Conoces muy bien la casa.
-Conozco muy bien muchas cosas- contestó y parecía un marinero cansado.
Ella preparó un té para ella y un café con miel para él.
-Elena- dijo- es un nombre bonito.
Salieron al balcón. Era una noche calurosa de verano. La humedad lo invadía todo. Los cuerpos sudados eran tan repelentes para otros cuerpos sudados como atractivos para los  mosquitos que veían en cada cuerpo sudado un charco en el que establecerse.
Acabaron sus líquidos, o casi, y fue ella quien dijo,
-Otro nombre más, quizás, o dos a lo sumo y ya está.
Él hizo algo que nunca había hecho y es dejar algo en el fondo de la taza, junto a los posos.
-Uno o dos, sí- dijo con naturalidad.
Sus hijos nunca supieron de estas historias, aunque por lo que pudieron observar mientras estuvieron en la casa algo sospechaban que pasaba. Nunca tomaron apuntes, ni lo mencionaron, ni hicieron nada al respecto. Ni pensaron que volvería a pasar.
Por eso, de hecho, siempre está pasando.

*Dicho popular que no se ha convertido en refrán por razones obvias: ”¿Cuánto dura el amor? Lo que dure dura”

lunes, 27 de agosto de 2018

Aforismos XLII


Las grandes urbes, entre más grandes y más desparramadas, más mala leche dan.

******

Los ciegos ven cosas que los tuertos sólo ven a medias

*******

No sé que es peor, si buscar el reconocimiento constante o el anonimato permanente. Uno por valorar demasiado la opinión ajena y el otro por despreciarla en la misma medida.

*******

Luchar hasta el último aliento es admirable, pero luchar hasta el último aliento sabiendo que vas a perder es lo que hacemos todos.

*******

A los cuarenta no empieces a decirte: ¡Si tuviera treinta!, porque sólo conseguirás llegar a los cincuenta con veinte años de retraso.

********

El sacerdote vino para librarle de sus pecados y él le dijo,
-¡Qué cruel es usted! Voy a hacer el viaje más importante de mi vida y quiere que vaya sin equipaje.

*********

Todos estamos listos para ser verdugos pero no todos podemos conseguirlo. Convirtiéndonos en víctimas. En esa dicotomía algunos intentamos no ser ni una cosa ni otra, convirtiéndonos en las verdaderas víctimas, pues las otras al fin y al cabo somos verdugos fracasados.

******
Ser listo o ser sabio. Sorprender a los demás o sorprenderse uno mismo.

*****

Uno tiende a pensar de muchas cosas que oye lo mismo que pensaba antes de oírlas. De demasiadas cosas.

********

El día que el hombre deje de creer que el mundo se ha hecho a su medida, será el momento de empezar a medirlo.

*******

La obediencia siempre se origina ante un acatamiento hacia un poder. Cuando el poder no proviene de la amistad o la maestría es un poder adulterado. Justo el poder que más se da. Como las malas hierbas.

*****

Primero fue el culo y después el ósculo. Y es lógico.