lunes, 23 de mayo de 2016

Aforismos XXIV




Cuando lees, lo más importante es lo que ya sabes.

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Ver cómo se quejan los huesos, como se olvidan los nombres y las caras, sentir la imprecisión de los gestos, el peligro que entraña girar la cabeza con cierto apresuramiento... ¿Se puede tener mejor asiento?

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Nos extraña que el agua de los océanos no se caiga hacia el cielo y no que nuestras células permanezcan abrazadas las unas a las otras en un ballet tan personal.

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Por ahora sólo puedo imaginar trenes que pasan cada segundo. Los pierdo casi todos.
No quiero pensar lo que será imaginar que pasan a cada instante.


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La vida es un espectáculo. En la primera parte no sabes muy bien de que va el argumento y en la segunda ya tienes claro que el final no te va a gustar.

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Si miras en tu interior y después a los ojos de  de los demás, el vértigo es inevitable.

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Que los dientes de una mujer me puedan llegar a resultar atractivos y los de un cocodrilo no, es algo que no deja de perturbarme.

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La moralidad es  un tipo de legalidad personal e intransferible que sólo sirve para pasar ciertos controles.

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Si llegase a producirse en el primer mundo un alzamiento popular, bastaría para aplacarlo con sacar a la calle a los grandes almacenes armados con fuertes rebajas.

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De alguna manera, mientras que la derecha defiende el capital, la izquierda lucha para que no peligre.

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El que vaya en dirección contraria no debe ser óbice para contemplar el nacimiento como el primer acto sexual del ser humano, que es siempre incestuoso y además en el caso de la mujer, lésbico. Con un comienzo así…….

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Uno tiene sobre su pasado derechos de tenedor pero no de propietario. Por eso, aquello de “cualquier pasado fue mejor” no deja de ser adulación de funcionario.

martes, 10 de mayo de 2016

Aforismos XXIII







Hemos pasado de clamar en el desierto a clamar en internet.

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Para el esposo está la esposa. Para el hombre está la mujer. Pero para el marido se puede elegir entre esposa y mujer. ¡Cómo nos delatan las intenciones!

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Si en un principio el periodismo paralizó la imaginación del lector, como bien dijo Karl Krauss, ahora se puede decir que la pastorea.

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Si hubiéramos luchado para que no se nos acabaran los libros igual que lo hemos hecho para que no se nos acabara el pan…………..

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Intersección, Unión.  Calidad, Cantidad. Respectivamente.

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Se confunde número y cifra, pero no palabra y letra. Para que luego digan de la claridad de las matemáticas.

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Decía que tenía miedo a la muerte sobre todo porque como nadie había regresado de ella, no sabía cómo había que comportarse al llegar.

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En cuanto a la extensión de la cultura ya puede uno experimentar en ciertos ambientes la embriagadora sensación de decir que se llama Vicent van Gogh o Jean Jacques Rousseau sin que ninguna ceja se arquee.

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Se dice “volver de la muerte” como si la muerte fuera algún sitio.

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Va para ellas. Nunca les des toda tu confianza. No es que no la merezcan, es que no saben qué hacer con tanta. Eso sí, compensa esa falta de confianza con una tolerancia maternal. Eso les permitirá no desconectar.

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Va para ellos. Nunca te ofrezcas como príncipe. Porque, aunque parezca mentira, siempre están esperando uno. Sé sólo un hombre. Procura dejarlo claro desde el primer momento. Nada de cuentos.

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Ante la posibilidad de que el político, en campaña, sólo hable de lo que pueda cumplir existe el riesgo de tener unas campañas haciendo voto de silencio.

jueves, 5 de mayo de 2016

Limpieza




Cuando llegué de comprar la prensa vi que se esmeraba con la limpieza del timbre de la puerta.
Puse mi cara de entre divertido y sorprendido con un pequeño toque de amargura y un ligero y distante conato de mala leche, de rabia.
Le pregunté,
-¿Qué haces?
Pregunta a todas luces tonta e innecesaria pues era muy evidente lo que hacía. Era una pregunta que en mi caso pretendía resumir un libro. Y claro, contestar un libro es imposible. Como mucho se puede escribir otro libro en plan réplica.
Así que simplemente dijo,
-¿Qué es lo primero que una visita ve en una casa?
-La fachada- dije
-¿Y después?
-La verja- dije
-¿Y después?
-El jardín- dije
-Pero, ¿Y si la fachada es de lo más normal y no hay verja ni jardín?
-Pero nosotros si tenemos- argüí.
-Sí, pero la gente actúa de forma maquinal y no lo hace por lo que se encuentra si no por lo que está acostumbrada a encontrar. Y en condiciones normales, ¿Qué es lo primero que encuentra?
Vale, me rendí.
-El timbre.
Sin mirarme en ningún momento.
-Y éste estaba lleno de mierda. Imagínate la impresión. Siempre miras donde pones el dedo. Lo puedes tener todo dentro como los chorros del oro, que esta primera impresión es fundamental, se queda grabada a fuego.
E imposta la voz,
-¡Qué muebles tan ideales, que frigorífico último modelo, sí, pero el timbre tenía más mierda que el palo de un gallinero, pensé en llamar con los nudillos!
La besé en el cuello y entré en nuestro hogar.
Los chorros del oro.
Los chorros del oro.
¿No suena como a batalla? ¿Un eco lejano que regresa?
Mi madre era un adalid de la limpieza y el orden. Nunca en mi vida he visto una casa tan limpia y ordenada como la suya. Ya podía el polvo refugiarse en lo más recóndito de las habitaciones de mi madre que ella lo encontraba y lo aniquilaba.
Mi padre, mis hermanos y yo entrabamos limpios de la calle en aquella casa.
Móntatelo como quieras pero aquí no se entra con barro en los zapatos, gotas de lluvia en la ropa o caspa. Esa parecía ser la consigna. Vernos sacudiéndonos antes de entrar o escurriendo la ropa era habitual.
Le encantaba enseñar aquel tresillo en el que nos tenía prohibido sentarnos. Lo que extrañaba mucho a las escasas visitas que teníamos. Todos sentados en sillas alrededor de la mesa del salón y el tresillo como si se tratara de un mueble en exposición.
Fuimos tan desgraciados en aquella casa tan limpia.
Leí los diarios sin perderla de vista. Así que vi que terminó y subió a nuestra habitación, salí al porche y con una pella de barro de nuestro jardín le dije a mi madre que aquella era mi casa.
Espero que ella lo entienda y tengamos una oportunidad como matrimonio.