miércoles, 28 de octubre de 2015

Querida mamá (Parte II)





Se ha entristecido mucho cuando le he dicho que tú y papá estabais separados. Para consolarla le he contado que no pasaba nada, porque teníais una buena relación. Que tú seguías dirigiendo los restaurantes y la bodega y que él se había quedado con la fábrica. Se lo he tenido que explicar todo. Lo quiere saber todo de mí.
En el tercer día casi no nos vimos, pues ella tenía una sesión de cultura. No sé qué quiere decir eso y a nosotros nos han estado explicando lo que encontraremos en la primera isla Feroz y el equipo que llevaremos. Parece ser que tendrá algo de riesgo y por eso las chicas no podrán venir. Pero en la segunda, que tiene playas de arena fina y blanquísima, he visto las fotos, sí que podrán acompañarnos. Se han oído gritos de júbilo que no veas.
Aprovechando que por la tarde ella estaba liada con sus lecciones de instrucción cultural, sea eso lo que sea, pensaba escribirte, esta vez de verdad pues había dormido al siesta, pero otra vez las cosas se torcieron y cuando me disponía a ello, ha venido una amiga suya a pedirme una pastilla para ella, le dolía la cabeza, y Natalia le había dicho que yo tenía. Y nos hemos puesto a hablar.
Y adivinas ¿Qué?, me ha dicho que Natalia está enamoradísima de mí. Me he quedado pasmado. Al marcharse ya no he podido pensar en otra cosa. Total que no te escribí.
Dios mío, mamá. Estamos enamorados. Eso es lo que ha pasado.
Bueno ya casi estoy acabando y falta lo mejor.
Al día siguiente me estaba esperando para desayunar.
Por un momento he pensado que eras tú.
Lucia de espaldas un peinado como el tuyo y me he llevado un susto. No lo esperaba. Cuando se ha girado y me ha dado los buenos días, he recibido premio doble. Se parece a ti y no eres tú. Porque hubiera sido terrible estar enamorado uno de su propia madre.
Fue el día de la confirmación de todo.
Dos dias después íbamos a ir a la isla de las playas de arena blanquísima y fina. Se lo dije, que iríamos juntos. También le dije que todo lo que estaba pasando era maravilloso. Que tenía que contártelo. Estaba de acuerdo, me dijo. Pero que era mejor esperar a que pasaran más cosas y así te entretendrías más leyéndome.
Y esa noche pasaron. Fue culpa mía. Esta vez no la dejé irse al camarote. Irse sola, quiero decir. Me impuse y la acompañé. Me supo un poco mal mamá pero es que no podía más.
¿Qué te voy a contar? Si has estado casada con papá. Ya lo sabes, sólo decirte que al día siguiente no tenía ninguna gana de ir de aventuras. Estaba cansado y con deseos de no salir del camarote en todo el día. Además ella estaba muy avergonzada. Tuve muchas dificultades para convencerla de que no había razones. Que todo iba bien.
He leído muchas veces en esas novelas que tienes sobre situaciones parecidas y sabía muy bien qué hacer. Sé cómo debe actuar en esos momentos un caballero. Así que le prepararé una sorpresa para el día siguiente que iremos juntos a la isla. He hablado con el capitán. Te peleaste con él cuando embarcamos, recuerdas, y se quedó pensativo cuando se lo propuse pero después se rio muy amistoso y está dispuesto.
Ya lo habrás adivinado.
Pero bueno, sigo.
Llegué reventado del día y estaba cansadísimo. Sólo quería ducharme, cenar y dormir.
Y así lo hice.
Un ligero toctoc en la puerta me despertó. Era ella.
Estaba preocupada pues no me había visto al regresar. Sólo quería saber cómo estaba.
No pude resistirme, al verla tan dulce a la luz de la luna que se filtraba tras ella, a pesar del cansancio. Rememoré la noche pasada y la invite a entrar.
Otra noche loca, mamá. Es maravilloso, pensar en todas las que nos quedan por compartir.
Al día siguiente, nada más despertar, le di la sorpresa. Se puso a llorar. Un momento sublime. Bebí sus lágrimas, aceptó y un rato después de dejarme, pues iba a prepararse para la excursión, la noticia ya corría por todo el crucero.
Fíjate como son las cosas, que a ella sus amigas se apresuraron a felicitarla, y a mí, mis compañeros de viaje, se limitaron a mirarme y sonreír.
Ella es la más hermosa del barco y los comprendo. Tienen envidia.
Y ya está casi todo contado. Ayer pasamos todo el día en unas playas preciosas donde el capitán celebró la ceremonia y nos dijo aquello de estar siempre unidos en la salud y en la enfermedad, la pobreza y la riqueza, aquí noté cómo ella, que rozaba mi cuerpo, se estremecía de felicidad, hasta que la muerte nos separe. Y que podía besarla. Fíjate tú, mamá, con lo que ya habíamos hecho juntos.
El capitán ha sido muy diligente y nos ha acondicionado un camarote de matrimonio, fíjate mamá, de matrimonio, para los días que quedan.
¿Te acuerdas de que dudabas en dejarme hacer este viaje, de que con veinte y tres años igual era muy joven para embarcarme en un crucero, y que debía esperar, te acuerdas?
Pues estabas equivocada. Dejaste a un hijo embarcado y vendrás a recoger dentro de una semana a un hijo y una hija.
¡Ah, una cosa, me ha dicho Natalia que le haría mucha ilusión que vinieras a recogernos con el Bentley! ¿Podrías? Gracias, querida mamá, eres un sol.

Posdata: ¿Se lo cuentas a papá? Me gustaría ver la cara que pondrá cuando se lo digas. Él que tanto se ha quejado de cómo me criabas.

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