sábado, 6 de junio de 2015

Aforismos IX




Siempre, cuando hablas con los demás, tienes que escoger entre decir lo que quieres decir o decir lo que quieren oír. Lo peor es que casi siempre nos rendimos.

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Detrás de una derrota siempre hay un intento. Y no se trata de consuelo sino de suelo.

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Todos los animales presentimos la muerte, sólo los hombres la pre-pensamos.

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Asistí a una graduación en un instituto.
Casi todos los chicos llevaban traje y corbata, ovejas. Alguno se atrevió sin corbata, líderes. Y otros, unos pocos, iban con ropa deportiva, disidentes.
Sus padres miraban y no hicieron nada.
Las chicas casi todas iban guapas, más ovejas. Alguna iba desmadejada, lideradas. Y otras, unas pocas, iban con ropa deportiva, solteras.
Sus padres miraban y no hicieron nada.
Sin embargo, todos, chicos y chicas recibieron su diploma de graduación.

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No por los secretos que guardamos sino por aquellos de los que no nos hemos hecho merecedores debemos lamentarnos.

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Haciendo nada no se puede ir más rápido. Por eso hacer nada relaja.

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Después de muerto sigue creciendo el pelo y las uñas. ¿No suena eso como a traición?  Pero, ¿de quién?

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Es verdaderamente, ¿Inquietante? ¿Espeluznante?, que teniendo conocimientos de los conceptos infierno y cielo hasta ahora sólo hayamos sido capaces de construir infiernos.


Dios no dio la tierra a las aves y a los peces pero a cambio tampoco les dio el vacio.

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La información sigue causando los mismos efectos de siempre. Antes porque llegaba con cuentagotas y ahora a presión y con manguera de bomberos.

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Todo lo que sucede es escatológico. El tiempo no da otra opción.

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(Glosando a Sánchez Ferlosio y con su permiso) La sociedad se tranquilizará cuando sienta más que “que ha salido de la crisis”, el “que ha vuelto a la normalidad”. Y no necesariamente son dos estados que tengan que coincidir.

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